
“MULIERIS DIGNITATEM”: Juan Pablo II, Agosto 15 de 1988) Juan Pablo II preparó esta carta en el contexto del Año Mariano (1987-1988), con un deseo muy concreto: ahondar en el tema de la dignidad y de la vocación de la mujer. Lo hizo a través del recurso continuo a pasajes de la Biblia y a textos del Concilio Vaticano II, especialmente de la Constitución pastoral “Gaudium et spes”. “Mulieris dignitatem” está dividida en 9 capítulos o partes. El capítulo I introduce el documento y lo coloca en el contexto del Año mariano y del Sínodo de los obispos de 1987, dedicado a los laicos. El capítulo II dirige su mirada a la Virgen María y prepara uno de los temas centrales de toda la carta: la importancia del servicio y de la donación como algo esencial para la vida de cada ser humano. La idea vuelve en el capítulo III, que explica en qué sentido el hombre es “imagen y semejanza de Dios”, no sólo en cuanto ser racional, sino en cuanto existe en esa complementariedad que lo hace ser “hombre” y “mujer”. Como explica el Papa, el hombre, creado como hombre y mujer, no existe sólo como alguien que se “junta” o se “une” a quien es su complemento, sino que recibe la llamada a existir “el uno para el otro” precisamente en cuanto hombre y mujer (cf. n. 7). La idea es explicada desde la mirada hacia el misterio de Dios y con la ayuda de “Gaudium et spes” n. 24: “El ser persona significa tender a su realización (el texto conciliar habla de ‘encontrar su propia plenitud’), cosa que no puede llevar a cabo si no es ‘en la entrega sincera de sí mismo a los demás’” (n. 7). El tema mariano reaparece en el capítulo IV, que evoca el paralelismo entre Eva y María para comprender, por un lado, el drama del pecado, que tanto daña las relaciones entre el hombre y la mujer; y, por otro, la promesa de la llegada de un Salvador, que nacerá precisamente a través de una Mujer. El Salvador, Jesucristo, es presentado en el capítulo V. Este capítulo expone y explica de un modo sumamente bello distintos pasajes evangélicos en los que podemos contemplar cómo el Señor trataba a las mujeres. El capítulo VI expone la relación y diferencia que existe entre la maternidad y la virginidad, para ilustrar nuevamente la vocación al darse que es propio de cualquier estado de vida de la mujer y del varón. La maternidad, explicaba Juan Pablo II, “ya desde el comienzo mismo, implica una apertura especial hacia la nueva persona; y éste es precisamente el ‘papel’ de la mujer. En dicha apertura, esto es, en el concebir y dar a luz al hijo, la mujer ‘se realiza en plenitud a través del don sincero de sí’” (n. 18). Con ocasión del Año Mariano y en continuidad con la Encíclica acerca de Maria Virgen “Redemptoris Mater” de 1987. Recoge los diversos pronunciamientos de los Papas y del Concilio referente a la “dignidad y vocación de la Mujer”. El tema de la Mujer es tratado por el Papa en paralelos con Maria, Eva, la Iglesia que ayudan a ir desentrañando sus valores y características propias. La mujer tiene su aporte propio ante la sociedad “el cuidado del hombre, de lo humano”su ser y su misión se sintetizan en estas vocaciones: Esposa, Madre, Virgen, como expresión de la vocación al Amor. Ella es “la representación y arquetipo de todo el género humano”.