“MATER ET MAGISTRA”: Juan XXIII, Mayo 15 de 1961, Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la Doctrina Cristiana Madre y Maestra de pueblos, la Iglesia católica fue fundada como tal por Jesucristo para que, en el transcurso de los siglos, encontraran su salvación, con la plenitud de una vida más excelente, todos cuantos habían de entrar en el seno de aquélla y recibir su abrazo. A esta Iglesia, columna y fundamente de la verdad, confió su divino fundador una doble misión, la de engendrar hijos para sí, y la de educarlos y dirigirlos, velando con maternal solicitud por la vida de los individuos y de los pueblos, cuya superior dignidad miró siempre la Iglesia con el máximo respeto y defendió con la mayor vigilancia. La doctrina de Cristo une, en efecto, la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas. Estamos frente a un mundo que ha entrado, gracias a la ciencia y a la tecnología (la automatización), en un proceso de cambios acelerados que afecta a todo hombre y a todos los hombres y pueblos. Por lo tanto los problemas socio-políticos –económicos y culturales tienen proyecciones universales. Dado que todo se hace muy complejo en las relaciones sociales. Juan XXIII propone cosas novedosas: promover la iniciativa privada en la producción, el papel subsidiario del Estado y vigilancia en orden al bien común, la presencia y participación del obrero en las empresas, las condiciones para el salario justo. Tres preocupaciones resultan propias de esta Encíclica: las relaciones internacionales y la mutua dependencia de los pueblos, el desarrollo de la empresa agrícola y la preocupación por la explosión demográfica.